sábado, 14 de febrero de 2015

“La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”


En los últimos días se ha especulado acerca de la elección del nuevo director técnico para la Selección Peruana de mayores. Luego de que el propio Juan Carlos Oblitas descartara a técnicos como “Felipao” Scolari o Alejandro Sabella, el nombre de un candidato en particular comenzó a sonar más fuerte, uno que conoce el medio tanto como el medio lo conoce a el, que ha logrado cosas importantes en nuestro país y que sobre todo puede obtener buenos resultados con pocos recursos. Su nombre es Ricardo “El Tigre” Gareca y, dada su experiencia positiva en nuestro país sumada a su importante rol en armar un genial Vélez Sarsfield, era mi principal candidato a ponerse el buzo del “equipo de todos”, siempre parandonos dentro de los límites del realismo. Sin embargo, hay un puesto que a mi parecer es más importante que el de DT de la selección mayor, dado que este intentará  armar un equipo con lo que ya tenemos que con pundonor defienda la gloriosa “Blanquirroja” pero difícilmente cause un impacto mayor a largo plazo, y es el de Director Técnico general de las divisiones menores, para el cual ha sonado el nombre de Reinaldo Rueda.

El problema de los hinchas peruanos es que nos importa mucho celebrar logros a corto plazo y dejamos de lado el futuro del deporte en nuestro país. Si somos un poco más pensantes, nos daremos cuenta que únicamente se pueden lograr cosas importantes a largo plazo con un trabajo de nivel en aquellos llamados a ser las estrellas del futuro, en los que tendrán la responsabilidad de reemplazar a las “estrellas” que tenemos hoy e inclusive superar lo poco que estos han logrado. Es por esto que es necesario formar desde cero a aquellos que nos devuelvan la esperanza de que si se puede, de que Perú puede llegar a los lugares que algún día ocupó en la élite del fútbol mundial, que no siempre seremos la “cenicienta” de Sudamérica.

En los últimos años, por más que se ha hablado sobre una revolución en el fútbol de menores, en el cual supuestamente estamos creciendo, los resultados aún son ambiguos. Más allá del extraordinario papel de la Sub-20 de Ahmed y el discreto pero cumplidor del equipo de Rivera, no se observan aún jugadores que destaquen en equipos importantes del extranjero o que ayuden a sus equipos del medio local a conseguir triunfos importantes. De ese equipo del “Turco” todos deberían estar jugando en primera desde, por lo menos el 2014, y del de Rivera todos deberían comenzar a tener mayor cantidad de minutos en sus respectivos clubes. Paréntesis para decir que, si bien el campeonato de promoción y reservas ha exhibido al público la mayoría de jóvenes valores que han participado de estos equipos, el nivel de responsabilidad no es el mismo que el de Primera, y menos que el de un campeonato extranjero. Esta es la razón por la cual se necesita comenzar un trabajo que arranque desde la categoría Sub-12 para poder tener material cuando estos cumplan la mayoría de edad. Es aquí donde Reinaldo Rueda entraría a trabajar, en busca de la clasificación a Catar 2022, con las últimas Sub-20 de base y algunos adicionales de la Sub-15 campeona de Juan José Oré para que nos lleven a la tan ansiada cita mundialista.

La incógnita es: ¿Qué le falta al futbolista, y al fútbol, peruano para llegar a alcanzar a países como Argentina, Brazil o Colombia? Yo tengo claros 3 aspectos en los que la implementación de un mejor trabajo es obligatorio. Estos son Compromiso, Estilo de Juego y Preparación Física, en ningún orden en particular. Jugadores escapando de la concentración en busca de ambientes fiesteros, o aún tan malo ingresando mujeres, es un claro ejemplo de falta de compromiso hacia su equipo, Esto claramente tiene que cambiar, no podemos seguir poniendo como excusa de que esa es la idiosincrasia del futbolista peruano y así perder más “Reimond Manco”, “Johan Sotil” o “Kukín Flores”. La disciplina tiene que primar desde el primer momento que los jóvenes deciden dedicar su vida al deporte, siendo esto responsabilidad tanto de sus padres como de sus profesores en menores.

Asimismo, el Perú tiene que recuperar esa identidad que tantos logros nos brindó, la del toque corto, la picardía, los amagues cortos sumados a la velocidad en largo, ese de Cubillas, Sotil y Cueto, en el que lo difícil se hacía muy fácil, en el que se entendía que el fútbol es tan simple como pasar y moverse para que el compañero pueda hacer lo mismo. Dicho esto, todas las categorías de la selección deberían jugar a lo mismo para que el cambio de una categoría a la otra para llegar finalmente a la mayor no sea tan drástico. Esto se ve por ejemplo en países con un fútbol más desarrollado como Paraguay, Colombia o Uruguay.

Finalmente, la preparación física es un aspecto que en nuestro país se trabaja de manera paupérrima. Más allá de que la genética no le permita a nuestros jugadores tener el biotipo que tienen, por citar un ejemplo, Colombianos o Ecuatorianos, se debe trabajar en los primeros años de nuestras promesas en la alimentación y posterior al desarrollo físico en el trabajo muscular, de potencia y elasticidad. Las constantes lesiones de jugadores como Alberto Rodríguez, siendo el ejemplo más claro, es reflejo de un deficiente trabajo en preparación física y muscular para la alta competencia. De esta manera, tanto los clubes como la federación tienen que comenzar a ver el trabajo en menores como una inversión a largo plazo y no un desperdicio a corto plazo, considerando mejoras en los aspectos de alimentación y desarrollo físico, sobre todo en aquellos con menos recursos que de por sí sufren con ambos y en algún momento esto los limita.

Más allá de lo que se debe o no hacer por parte del nuevo DT de las divisiones menores, el nombre de Reinaldo Rueda es uno que a mí como hincha y analista me agrada, dado su rol importante en las menores de Colombia, exactamente en la generación 86-87 cuarta en el mundial Sub-17 del 2003 y que ahora son la base de la selección mayor que clasificó a Brasil 2014. De igual manera, viene de clasificar y dirigir consecutivamente dos Mundiales con Honduras y Ecuador, por lo cual su experiencia y capacidad de liderar un equipo serán vitales para enrumbar a esos jóvenes valores en la senda del triunfo. No quiero pecar de positivo, pero en caso se concrete la llegada del “colocho” a la FPF creo que daremos ese paso que nos falta y nos cuesta tanto dar para volver al lugar del cual nunca debimos bajarnos.


En conclusión, queda mucho trabajo por hacer en menores para comenzar a celebrar triunfos en mayores. Como alguna vez dijo el filósofo francés Jean Jacques Rousseau, “La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”. Tenemos que dejar de exigir resultados a corto plazo cuando no hay material para poder lograrlos, cuando vivimos en un fútbol que a subvalorado las divisiones menores y que “recicla” demasiados jugadores en lugar de dar espacio a los juveniles. En su lugar, comencemos a creer en nuestros jóvenes, hay que trabajarlos, cuidarlos y guiarlos por el camino del profesionalismo, hay que dejar de pensar en ellos como un gasto para empezar a considerarlos como una inversión. Tengo fé de ver a mi selección en un mundial antes de unirme en la tierra con mi gloriosa patria, confío que con un buen trabajo en menores nos volveremos más competitivos, tengo esperanzas de que mis hijos no sufrirán como yo cuando juegue la gloriosa “Blanquirroja”.

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