En los últimos días se ha especulado
acerca de la elección del nuevo director técnico para la Selección Peruana de
mayores. Luego de que el propio Juan Carlos Oblitas descartara a técnicos como
“Felipao” Scolari o Alejandro Sabella, el nombre de un candidato en particular
comenzó a sonar más fuerte, uno que conoce el medio tanto como el medio lo
conoce a el, que ha logrado cosas importantes en nuestro país y que sobre todo
puede obtener buenos resultados con pocos recursos. Su nombre es Ricardo “El
Tigre” Gareca y, dada su experiencia positiva en nuestro país sumada a su
importante rol en armar un genial Vélez Sarsfield, era mi principal candidato a
ponerse el buzo del “equipo de todos”, siempre parandonos dentro de los límites
del realismo. Sin embargo, hay un puesto que a mi parecer es más importante que
el de DT de la selección mayor, dado que este intentará armar un equipo con lo que ya tenemos que con
pundonor defienda la gloriosa “Blanquirroja” pero difícilmente cause un impacto
mayor a largo plazo, y es el de Director Técnico general de las divisiones
menores, para el cual ha sonado el nombre de Reinaldo Rueda.
El problema de los hinchas peruanos
es que nos importa mucho celebrar logros a corto plazo y dejamos de lado el
futuro del deporte en nuestro país. Si somos un poco más pensantes, nos daremos
cuenta que únicamente se pueden lograr cosas importantes a largo plazo con un
trabajo de nivel en aquellos llamados a ser las estrellas del futuro, en los
que tendrán la responsabilidad de reemplazar a las “estrellas” que tenemos hoy
e inclusive superar lo poco que estos han logrado. Es por esto que es necesario
formar desde cero a aquellos que nos devuelvan la esperanza de que si se puede,
de que Perú puede llegar a los lugares que algún día ocupó en la élite del
fútbol mundial, que no siempre seremos la “cenicienta” de Sudamérica.
En los últimos años, por más que se
ha hablado sobre una revolución en el fútbol de menores, en el cual
supuestamente estamos creciendo, los resultados aún son ambiguos. Más allá del
extraordinario papel de la Sub-20 de Ahmed y el discreto pero cumplidor del
equipo de Rivera, no se observan aún jugadores que destaquen en equipos
importantes del extranjero o que ayuden a sus equipos del medio local a
conseguir triunfos importantes. De ese equipo del “Turco” todos deberían estar
jugando en primera desde, por lo menos el 2014, y del de Rivera todos deberían
comenzar a tener mayor cantidad de minutos en sus respectivos clubes.
Paréntesis para decir que, si bien el campeonato de promoción y reservas ha
exhibido al público la mayoría de jóvenes valores que han participado de estos
equipos, el nivel de responsabilidad no es el mismo que el de Primera, y menos
que el de un campeonato extranjero. Esta es la razón por la cual se necesita comenzar
un trabajo que arranque desde la categoría Sub-12 para poder tener material
cuando estos cumplan la mayoría de edad. Es aquí donde Reinaldo Rueda entraría
a trabajar, en busca de la clasificación a Catar 2022, con las últimas Sub-20
de base y algunos adicionales de la Sub-15 campeona de Juan José Oré para que
nos lleven a la tan ansiada cita mundialista.
La incógnita es: ¿Qué le falta al
futbolista, y al fútbol, peruano para llegar a alcanzar a países como
Argentina, Brazil o Colombia? Yo tengo claros 3 aspectos en los que la
implementación de un mejor trabajo es obligatorio. Estos son Compromiso, Estilo
de Juego y Preparación Física, en ningún orden en particular. Jugadores
escapando de la concentración en busca de ambientes fiesteros, o aún tan malo ingresando
mujeres, es un claro ejemplo de falta de compromiso hacia su equipo, Esto
claramente tiene que cambiar, no podemos seguir poniendo como excusa de que esa
es la idiosincrasia del futbolista peruano y así perder más “Reimond Manco”,
“Johan Sotil” o “Kukín Flores”. La disciplina tiene que primar desde el primer
momento que los jóvenes deciden dedicar su vida al deporte, siendo esto
responsabilidad tanto de sus padres como de sus profesores en menores.
Asimismo, el Perú tiene que
recuperar esa identidad que tantos logros nos brindó, la del toque corto, la
picardía, los amagues cortos sumados a la velocidad en largo, ese de Cubillas,
Sotil y Cueto, en el que lo difícil se hacía muy fácil, en el que se entendía
que el fútbol es tan simple como pasar y moverse para que el compañero pueda
hacer lo mismo. Dicho esto, todas las categorías de la selección deberían jugar
a lo mismo para que el cambio de una categoría a la otra para llegar finalmente
a la mayor no sea tan drástico. Esto se ve por ejemplo en países con un fútbol
más desarrollado como Paraguay, Colombia o Uruguay.
Finalmente, la preparación física es
un aspecto que en nuestro país se trabaja de manera paupérrima. Más allá de que
la genética no le permita a nuestros jugadores tener el biotipo que tienen, por
citar un ejemplo, Colombianos o Ecuatorianos, se debe trabajar en los primeros
años de nuestras promesas en la alimentación y posterior al desarrollo físico
en el trabajo muscular, de potencia y elasticidad. Las constantes lesiones de
jugadores como Alberto Rodríguez, siendo el ejemplo más claro, es reflejo de un
deficiente trabajo en preparación física y muscular para la alta competencia.
De esta manera, tanto los clubes como la federación tienen que comenzar a ver
el trabajo en menores como una inversión a largo plazo y no un desperdicio a
corto plazo, considerando mejoras en los aspectos de alimentación y desarrollo
físico, sobre todo en aquellos con menos recursos que de por sí sufren con
ambos y en algún momento esto los limita.
Más allá de lo que se debe o no
hacer por parte del nuevo DT de las divisiones menores, el nombre de Reinaldo
Rueda es uno que a mí como hincha y analista me agrada, dado su rol importante
en las menores de Colombia, exactamente en la generación 86-87 cuarta en el mundial
Sub-17 del 2003 y que ahora son la base de la selección mayor que clasificó a
Brasil 2014. De igual manera, viene de clasificar y dirigir consecutivamente
dos Mundiales con Honduras y Ecuador, por lo cual su experiencia y capacidad de
liderar un equipo serán vitales para enrumbar a esos jóvenes valores en la
senda del triunfo. No quiero pecar de positivo, pero en caso se concrete la
llegada del “colocho” a la FPF creo que daremos ese paso que nos falta y nos
cuesta tanto dar para volver al lugar del cual nunca debimos bajarnos.
En conclusión, queda mucho trabajo
por hacer en menores para comenzar a celebrar triunfos en mayores. Como alguna
vez dijo el filósofo francés Jean Jacques Rousseau, “La paciencia es amarga,
pero sus frutos son dulces”. Tenemos que dejar de exigir resultados a corto
plazo cuando no hay material para poder lograrlos, cuando vivimos en un fútbol
que a subvalorado las divisiones menores y que “recicla” demasiados jugadores
en lugar de dar espacio a los juveniles. En su lugar, comencemos a creer en
nuestros jóvenes, hay que trabajarlos, cuidarlos y guiarlos por el camino del
profesionalismo, hay que dejar de pensar en ellos como un gasto para empezar a
considerarlos como una inversión. Tengo fé de ver a mi selección en un mundial antes
de unirme en la tierra con mi gloriosa patria, confío que con un buen trabajo
en menores nos volveremos más competitivos, tengo esperanzas de que mis hijos
no sufrirán como yo cuando juegue la gloriosa “Blanquirroja”.